HERNIA DISCAL Y RADICULOPATÍA
¿Qué es una hernia discal?
Una hernia no es más que la salida de una estructura fuera de su lugar original pudiendo originar síntomas o no. Se puede herniar el intestino como en el caso de la hernia inguinal, un músculo como en las hernias musculares o el núcleo pulposo del disco intervertebral dando lugar a una hernia discal.
Ya hemos comentado en el apartado de Discopatía y Síndrome facetario que el disco lo asemejamos a una “magdalena rellena de chocolate” siendo el chocolate la parte blanda que amortigua (núcleo pulposo) y la magdalena la parte periférica que lo envuelve y contiene (anillo fibroso). Sabemos que los discos van a ir degenerando a partir de los 20-30 años y pueden reabsorberse y originar discopatías y síndromes facetarios o puede romperse el anillo fibroso y salir el material discal del núcleo pulposo originando una hernia discal que, a veces, puede pinzar e irritar la raíz del nervio dando lugar a una radiculopatía. Es decir, se rompe la magdalena y escapa el chocolate y en su salida puede pinzar un nervio. De forma ocasional, en hernias grandes puede pinzarse de forma progresiva la médula espinal, dando lugar a mielopatía cervical que comentamos en otro apartado diferente por la gravedad que supone.
Es importante destacar que cuando un disco se hernia, el cuerpo reacciona frente a él, generando una reacción inflamatoria importante (de mayor o menor intensidad según el sistema inmunológico de cada paciente), lo que irritará todas las estructuras de alrededor de la hernia, incluyendo la raíz nerviosa. Por tanto, no hay que pensar en una hernia sólo como un componente de compresión de la raíz sino también de irritación de la misma, que depende del tamaño y, sobre todo, de la respuesta inflamatoria de cada persona. Esto hace que hernias pequeñas puedan generar muchos síntomas neurológicos y otras de mayor tamaño sean asintomáticas.
Las hernias habitualmente se reabsorben gracias a la reacción inflamatoria de nuestro cuerpo frente a ellas, por lo que prácticamente nunca precisan una intervención quirúrgica.

Sintomatología. Vigila si el dolor te baja por el brazo.
La clínica de una hernia discal puede variar desde estar asintomáticos a producir pérdida de fuerza en extremidades superiores o incluso inferiores si se afecta la médula espinal.
Lo más frecuente es no presentar síntomas o padecer dolor cervical difuso. Si se produce la irritación de la raíz nerviosa originará dolor urgente y calambre irradiado por el brazo hasta la mano, lo que denominamos radiculopatía cervical o braquialgia que no es más que una “ciática del brazo”, que prácticamente siempre es unilateral.
En función del nervio afectado, el área de dolor irradiado cambiará, siendo la raíz más frecuente afectada la C6 (hernia C5-C6), por lo que típicamente originará dolor en cara lateral del brazo y antebrazo hasta el dorso de los 3 primeros dedos. Cada zona de sensibilidad del nervio se denomina dermatoma y nos permite precisar el nivel afectado y así correlacionar la clínica con las pruebas radiológicas, que deben ser coincidentes para un diagnóstico preciso y establecer un tratamiento a ese nivel.
El dolor radicular a menudo se acompaña de parestesias o entumecimiento, así como zonas de hipoestesia (disminución de sensibilidad) en el área de distribución sensitiva del nervio.
Otro síntoma menos frecuente pero más grave es la pérdida o disminución de la fuerza de los músculos que controla el nervio dañado. Este síntoma es un signo de alarma a la hora de plantearnos una necesidad de intervención quirúrgica, principalmente si sigue progresando.
Si la hernia presenta un tamaño suficiente puede comprimir la médula y originar la mielopatía cervical, que cursa con la disminución de la fuerza en ambas extremidades superiores e inferiores asociado a marcha mielopática (marcha torpe con inseguridad para caminar) y posible trastorno esfinteriano, que habitualmente precisa una intervención quirúrgica.

Diagnóstico. Clínica y Resonancia Magnética
El diagnóstico sindrómico se basa en la clínica y exploración física que nos permite evaluar el nervio afectado y su repercusión funcional. El diagnóstico etiológico (de la causa) se establecerá mediante pruebas complementarias, fundamentalmente la resonancia magnética nuclear, que nos mostrará el tamaño y la localización de la hernia y si hay repercusión medular y los estudios neurofisiológicos como el electromiograma que evaluará la repercusión en la conducción del nervio para evaluar el nervio afectado y el grado de afectación. Otras pruebas como la radiografía simple o el TAC tienen poco interés.
La exploración física nos permite evaluar la zona de afectación del nervio desde el punto de vista sensitivo (dermatoma con parestesias o hipoestesia) como motor (pérdida de fuerza o alteración de los reflejos).
Tratamiento. Casi seguro no tendremos que operarte!
El tratamiento de entrada debe ser conservador, con AINES o corticoides, derivados opiáceos y anticonvulsivantes. La fase aguda se debe basar en desinflamar el nervio, pudiendo asociar Fisioterapia para mejora la movilidad cervical. Si no mejora se pueden realizar técnicas de epidurolisis (desinflamar en canal medular mediante una infiltración epidural) o infiltración vía foraminal sobre la raíz afectada. Estas técnicas son muy eficaces para reducir rápidamente el dolor, logrando una mejorías en el 98% de los pacientes.
Sólo plantearemos tratamiento quirúrgico en los siguientes supuestos: signos de alarma (pérdida de fuerza progresiva o mielopatía) o falta de mejoría tras 6 semanas de tratamiento conservador. Hay que recordar que el tratamiento quirúrgico es una excepción y sólo estará indicado en menos del 2% de las hernias discales. La intervención quirúrgica, habitualmente vía anterior se basa en la retirada de la hernia y colocación de un espaciador vertebral no móvil (artrodesis) o móvil (prótesis).